Ser feliz, estar feliz y mostrarse feliz son conceptos que difieren, tanto en el género como en la época donde se vive. Por ejemplo, en la época Virreinal, la felicidad se establecía al llegar “al otro mundo”, en “estar en el cielo”, o bien, en las muestras de la “caridad cristiana”.
Posteriormente, para el siglo XVIII, la felicidad se reconceptualiza en la posibilidad de una mejor vida terrenal, siendo entendida como un derecho al que toda persona debe tener acceso; esto lo demuestran los pensamientos de los filósofos y liberales del siglo XIX.
Esto significa que “ser feliz ahora y aquí en la Tierra” puede resultar la oportunidad más democrática para vivir la felicidad, así como otras emociones, que dependen del grupo social, del género y de la época histórica, que determinan cómo vivir esa felicidad, cómo alcanzarla y cómo mantenerla. Ya sea a través de un estilo de vida marcado por el consumo o por medio del reconocimiento social. Lo que trae aparejado la necesidad de consumir más, mientras más se desea.
La búsqueda de la felicidad por medio del consumo puede ser una experiencia hedonista, pues también es un placer que se alcanza, así como una sensación de bienestar que cualquier estrato social puede experimentar.
Algunas muestras de esta búsqueda o alcance de la felicidad parecen cercanas a la “expiación” virreinal, donde la caridad es una emoción importante, si se toman en cuenta las formas de solidaridad hacia los “que menos tienen” o los “desafortunados” por parte de los que más tiene” o “muy afortunados”, el sentido del altruismo o filantropismo, que parece, a simple vista, buscar expiar el sentimiento de culpa como reflejo de una sociedad injusta y desigual.
De ahí la necesidad de mostrar esa felicidad y los modos en que se logra en las redes sociales, bajo la creencia de que al mostrar esa felicidad se tienen más oportunidades de encontrar pares, ya sean socios, amistades, pareja, entre otros, para que, de esta forma, se pueda pertenecer a un grupo social privilegiado, ya sea de clase alta o clase media. Lo que se pretende es ese sentimiento de igualdad, de semejanza, de pertenencia, de identidad con el otro que sí ha logrado la “felicidad anhelada”.
Todo mundo comparte en Twitter, Facebook e Instagram aquellos que se disfruta y, por lo tanto, puede ser feliz: comidas en familia o con amigos, paseos, compras, logros, etc.; sin embargo, un estudio realizado en la Universidad de California en San Diego (EU). Sugiere que las actualizaciones de estado que muestran emociones positivas y felicidad suelen provocar nuevas actualizaciones de júbilo entre los demás usuarios de la red, sean amigos, conocidos o desconocidos.
Esto es, las actualizaciones de estado negativas tenían menor influencia en el estado de ánimo de los demás que las positivas. Los mensajes que expresaban tristeza o infelicidad provocaban alrededor de 1.19 mensajes negativos; mientras que los mensajes de felicidad incitaban cerca de 2 mensajes positivos nuevos.
En otras palabras, si un cambio emocional se propaga y causa un cambio en un grupo de personas, es posible que hay un efecto de las redes sociales, con lo que se podría lograr un cambio de bienestar en las personas que participan en este, siendo felices, en la mayoría de las ocasiones.
Con esto no se determina que la felicidad es una condición que exige complacencia, falta de conciencia, sino que se establece a partir de la elección de lo que cada persona asume como parte de una realidad, aunque no se esté de acuerdo con el costo que trae consigo. La felicidad aparece en la ausencia de necesidades de satisfacción y de sufrimiento.
Referencias.
Felicidad: Varía según la época, clase y género, en El Universal 18 sep 20
http://www.eluniversal.com.mx/ciencia-y-salud/felicidad-varia-segun-epoca-clase-y-genero
Historia de la felicidad.
La felicidad de vuelve viral en las redes sociales, en Muy Interesante (España).
El problema de la felicidad y las redes sociales.